13 ago 2011

EMOCIONES QUE CURAN

Siglos hablando de corazones rotos por un desengaño y, finalmente, los científicos han hecho caso a la sabiduría popular. Por ello se ha creado toda una especialidad, la neurociencia, que explora el funcionamiento del cerebro en todas sus dimensiones, incluyendo las sentimentales. Un área cerebral específica se encuentra implicada en este encuentro, a mitad de camino entre la salud y la psicología: el sistema límbico, el centro de las emociones, de la memoria y, junto con el sistema nervioso simpático, el responsable de todas esas funciones (respirar, digerir...) que se realizan sin que pensemos en ellas. Enfado, irritabilidad, celos o, en el lado contrario, el éxtasis amoroso o la risa. Todas influyen sobre nuestras funciones biológicas. De hecho, frente a cada emoción se produce una respuesta biológica.
EL BUEN HUMOR RENUEVA
Ya sabíamos que existe un vínculo entre la risa y el sistema inmunitario. Lo que se ha descubierto ahora es que anticiparse a momentos o actividades que nos harán reír, por ejemplo la idea de ir a ver una comedia al cine, aumenta el índice de endorfi nas (las hormonas antidolor) y la hormona del crecimiento, que interviene en la funciones reparadoras del cuerpo.
ALEGRIA MUSICA Y ARTERIAS
Ciertos cardiólogos tienen sus manías. En Baltimore (EE.UU.), el dr. Michael Miller, director del Centro de Cardiología Preventiva, es un apasionado del efecto de la música sobre las arterias. Sabemos que lo mejor es que no se encuentren demasiado estrechas para que la sangre circule y pueda oxigenar nuestros órganos y células. Miller eligió unos voluntarios a los que hizo escuchar música alegre (no importaba el género, sino la emoción que generaba). Resultados: al escuchar ritmos que ponen de buen humor, las arterias se dilataban hasta un 26%, una reacción similar a la de una sesión de gimnasia aeróbica. En sentido inverso, la música triste reduce el diámetro de las arterias un 6%.
ENAMORARSE
Un equipo de investigadores italianos demostró que, cuando nos enamoramos, producimos más una proteína involucrada en el crecimiento y la supervivencia de ciertas neuronas. Sin embargo, el nivel de estas proteínas baja inevitablemente al cabo de cierto tiempo. Moraleja: enamórate regularmente... aunque sea de la misma pareja.
AMAR BAJA EL COLESTEROL
Para demostrarlo se formaron dos grupos. Al primero se le solicitó que escribiese, durante al menos 20 minutos, una carta manifestando su afecto a una persona querida (un padre, un amigo o una persona amada), mientras que el otro grupo escribía sobre temas diversos. En ambos casos se analizó el índice de colesterol antes y después de las sesiones de escritura. Bajó en aquellos que se habían concentrado en los afectos o en el sentimiento amoroso.

LLORAR DESESTRESA
Las lágrimas eliminan los índices muy elevados de noradrenalina (mediador que provoca la liberación de cortisol). Es lo que descubrió en los años 80 el investigador William Frey. En esa época, se pensaba que las lágrimas no servían mas que para lubricar los ojos. Hoy sabemos que están cargadas con lisozima, que destruye el 95% de las bacterias en 10 minutos. Finalmente, eliminan también nuestras hormonas del estrés. Un estudio comparó las lágrimas provocadas por cebollas con las causadas por una película triste. En el segundo caso, las lágrimas contenían numerosas sustancias ligadas al estrés.

HAY EMOCIONES QUE PUEDEN ENFERMAR
 TEMOR AUMENTA EL RIESGO CARDIOVASCULAR
Investigadores de Quebec (Canadá) estudiaron los efectos del estrés y su impacto sobre el ritmo cardíaco, las alteraciones del ritmo, la presión sanguínea y el índice de cortisol. Conclusión: las mujeres se mantienen alejadas de los conflictos con la intención de preservar una imagen positiva de sí mismas, pero cuanto más se esfuerzan en huir, más se estresan (presión sanguínea más elevada y ritmo cardíaco más intenso). Cada vez más estudios confirman que hombres y mujeres gestionan sus niveles de estrés de manera diferente. Ellas se quedan a la defensiva y por ello corren más riesgos cardiovasculares. ¿La solución? Enfrentarse a los confl ictos o llorar que, como vimos en el punto anterior desestresa.